Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.

Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.
Oceànica sensació.

martes, 17 de diciembre de 2013

El clamor me agrieta.

Veinte inviernos no son suficiente. Simular catorce primaveras no vale la pena. Dieciocho veranos fugaces viendo el mar. Playas infinitas, carreteras sin fin. Paralelamente, la ciudad se sigue derrumbando, y en la acera mientras tanto anémonas de humo, antenas de coral. Me pierdo en la bruma.
Siempre pensé que el grito es la respuesta. Lo sigo creyendo. Pero cuando comienzan a surgir las grietas, cuando el estruendo interior te destroza por dentro comienzas a planteártelo. ¿Y si sólo es un mecanismo de defensa? ¿Y si sólo busco esconderme? ¿Y si lo realmente correcto sería abrir los ojos de una vez?
No lo sé. Puede que lo que siempre quise sea realmente mi miedo interior. Puede que no sea una virtud, como siempre pensé, sino el peor de mis defectos. Puede que sea por su culpa, puede que ese sea el problema.
Pero también puede que trate de justificarme, puede que trate de explicar por qué agrieta con sus gritos mi barniz de primavera. Tal vez sólo busque excusarme, dilucidar el torbellino de emociones y poner orden en mi vida.
Sé que miento. Sé que me justifico. O tal vez sólo intente convencerme...




lunes, 11 de noviembre de 2013

A seis días de siete mil trescientos.

Ahora que la adolescencia es un viejo verano inacabado en Playa Lisa, en el parque de detrás de mi casa, sentada junto a Núria en un banco a las dos de la mañana haciendo planes y jugando a hacer realidad nuestros sueños. Ahora que la adolescencia es hacer botellón en las ruinas, humo de cerveza, tinto, y la alegría en las venas. Todos juntos. Subir la cuesta con la vista nublada, jugar al duro en Charly. Atrás quedaron los días de ir en coche a la facultad, papeles escritos, aquellas paellas pasadas por agua, los trenes dormidos en las vías muertas. Ya pesan en la memoria...
Ahora ya quedan lejos esos veranos en Playa Lisa con hora de vuelta, las noches de fiesta en Benidorm de la mano de aquellas personas que día a día consiguen hacerme marquitas en el corazón. Ya quedan muy atrás las noches de fiesta en la estación de autobuses de Alicante esperando a las ocho y cuarto de la mañana para coger el bus de vuelta, ya quedan lejos aquellos viajes inexistentes a Torrellano escondidos en los últimos asientos del autobús con una mezcla de temor y sueño. Ya a penas recuerdo el contorno de tu cuerpo, a penas recuerdo aquellas noches en las que me llevabas a los bares más oscuros prometiéndome que nos fumaríamos la ciudad. Ya es mucha la distancia que nos separa, que emborrona las noches de invierno escondidos en los portales donde nadie podía entrar. Ya ni si quiera recuerdo los cuentos que me cantabas por las calles, sólo recuerdo como intentábamos esquivar la soledad.
Ahora, sí, seguimos apurando el último baño de la luz de las estrellas pero diferente, ahora queremos llegar a casa, ahora queremos perder el tiempo. Nunca quise perder el tiempo. Cada instante era único e increíble, no importaba el sitio ni el tema, todo estaba de más. Ni si quiera cabía pensar la vuelta a casa, la noche era eterna y las madrugadas heroína para nosotros.
Seis mil doscientos cinco días de noches interminables, de nuevas experiencias y sensaciones, sentimientos a flor de piel, hora de volver a casa, y muchas, muchas ganas de desobedecer a mi padre. Tantas noches soñando viajes que trajeran a otros vistiendo mi cuerpo. Setecientos treinta días de sueños pendientes.
Y ahora, ahora cumplo más años que promesas. Ahora regreso a los lugar donde siempre soñé huir, y nadie me espera allí. Ahora que quiero llegar a casa, que ya no tengo ganas de cortar la garganta del gallo que quiso cantar alboradas para celebrar que la noche se estaba muriendo, ahora que ya no es siempre todavía, después de esos años y antes de la historia de mi vida. Duele.
Ahora duelen las resacas, que cortan como una navaja. Ahora que las noches no consisten en exprimir cada segundo, en no tener miedo, ahora en que las noches no consisten en intentar disimular mis ojos cuando llego a casa. Ahora, parece que he olvidado aquellas discusiones, aquellas peleas mortales que me quebraban el alma y me hacían hervir de rabia. Aquellas disputas con mi padre que hoy echo tanto, tanto de menos.
Ahora que fumo flores en los parques y miradores,tras de los barrotes de mi balcón, que busco cualquier excusa absurda para relajarme. Ahora que me preocupo. Ahora que me hacen muchísima falta esos primeros días, esas primeras sensaciones, en los bancos del parque de Congresos viendo pasar la vida y repitiéndonos que nunca cambiaremos, pues no queríamos, realmente, hacerlo. Aquellas noches en las que me juraba que siempre, siempre seré así, que es así como me gusta ser, que me da igual todo lo que la gente pueda decir, que sigo pintándome las uñas de colores y señalando con el dedo a la gente. Que sigo sin poder prestar atención más de cinco segundos seguidos, que no puedo evitar cambiar de tema continuamente ni preguntar por todo lo que me rodea. No puedo ni quiero deshacerme de esta bonita inocencia que alegra mis días y pinta una sonrisa constante en mi boca. Ahora, sigo temblando como un niño.
AHORA es el momento no de volver a empezar, sino de continuar como entonces. Es momento de que empiece el carnaval continuo. No es el momento de cambiar ni reinventarse, es tiempo de volver. Ahora, como siempre, sigo pasando las tardes en los parques. Ahora sigo columpiándome como siempre. Ahora sigo esperando en la estación de autobuses de Alicante. Ahora sigo estando en los bancos con Núria flotando entre nubes de humo. Que sigo perdiéndome por temor a encontrarme.
Cumplir años no resulta agradable y menos a trescientos kilómetros de la gente que quieres. No es agradable amanecer ese diecisiete de noviembre sin que mi padre me despierte con un abrazo tremendo y cantándome cumpleaños feliz. No es agradable pensarles tan lejos. Pero nunca me rendí, jamás. A pesar de todas y cada una de las veces que caí al suelo supe levantarme y seguir, a pesar de que mis alas se cayeran yo no me rendí.
Ahora, queda sentarme a tachar días del calendario brindando, hoy es siempre todavía y toda la vida es ahora.


domingo, 4 de agosto de 2013

Fumar oblits.

Soy el error personificado, el desastre en estado puro. Soy la pared, soy la caída, soy la distancia, soy el golpe, soy el suelo. Soy el dolor. Soy todas las veces.
¿Qué es lo mejor? ¿Qué necesito realmente? ¿Necesito sentir el golpe? Tarde o temprano, siempre, en algún momento, caigo desde lo más alto. Éxtasis hacia abajo.
A veces me pregunto si realmente me gusta sentirlo, sentir la caída, el golpe. A veces me pregunto si realmente merece la pena. A veces me pregunto si me gusta estar aquí. Creo que no.
Preferiría no pensar en nada, dejar de escucharme por dentro. Siempre. No preocuparme, no pararme a pensar, no estar cada puto segundo recordando.
¿Realmente lo merezco? ¿Realmente siempre es desde el suelo? ¿Alguien me explicará algún día por qué las polillas se comen la ropa y no las natillas que saben mucho mejor? ¿Me caigo o me gusta caer?

Soy todas las veces que he estado aquí. Soy todas las veces que lo he construido. Soy todas las veces que lo he imaginado. Soy todas las veces que he caído. Soy todas las veces que han caído conmigo. Soy el golpe.
Por eso creo que no. Por eso pienso en no pensar. Por eso no quiero que nadie me explique por qué las polillas se comen la ropa y no las natillas que saben mucho mejor. Por eso. Ningún momento, ninguna futura acción sin realizar, ningún mínimo pensamiento merecen la pena. No me gusta caer. "De hielo." Más bien helada.

Soy la imaginación. Soy las canciones. Soy los domingos que suelo jurarme que cambiaré de vida. Soy las distintas ciudades. Soy los kilómetros. Soy mis carencias agrandadas. Soy todo lo que podría ser y hacer y no hago ni soy. Soy todas las veces que me boicoteo. Soy todos mis errores. Soy todas mis decisiones nefastas. Soy impotencia extrema. Soy equivocación.
"La mayoría de la gente saldría corriendo."



Soy todas las veces que me boicoteo.




martes, 30 de abril de 2013

10 minutos.


¿Te imaginas? Sería fantástico hacer un viaje de 10 minutos. Pero no un  viaje corriente con gente corriente, no. Un viaje contigo, y nada más. No tenemos por qué irnos lejos, ni viajar a otro país, es mucho más fácil. Tan sencillo como recorrer juntos una calle. Sólo eso, una calle. Callejear.
Quiero subir bajando contigo. Quiero perderme por una callecita tan pequeña que no pueda llegar a encontrarme.
Tan sólo 10 minutos, me es suficiente. Suficiente para vivir un viaje fantástico, tan emocionante que siempre quieras viajar conmigo, aunque sean 10 minutos.
Sé perfectamente lo que diría, aunque no sé que no podría decir. Tengo tantas preguntas que hacerte, muchas más que cinco al día. Cinco al día me paren realmente insuficientes, es de las pocas cosas que podría reprocharle a mi querido Albert Espinosa. Yo te haría un millón de preguntas en tan sólo 10 minutos. Puede que te contara algún secreto, incluso.
Puede que algún día quisiera ir a bailar contigo. Pero no bailar como ahora, bailar como bailaba Natalia con Quim en la Plaça del Diamant. Bailar con vestido largo y zapatos de tacón. Bailar con chaleco y pajarita. Ballar baix la llum d'un fanal, fins i tot després podriem anar al mar. Deixa'm que et porte a Platja Llisa! Sé que t'encantaría. Sería fantàstic.
Sueños a parte, (más sueños, quiero decir) 10 minutos.
10 minutos para demostrarte por qué mi chocolate preferido es el blanco. 10 minutos para que me expliques por qué las polillas se comen la ropa y no las natillas, que saben mucho mejor. O incluso hasta 10 millas para ver una buena armadura. 10 minutos para descubrir todo lo que nos propongamos.
Podemos hacerlo, sólo tenemos que elegir el día y los 10 minutos preciosos. Basta con que tu los elijas, yo hago el resto.
Será de casualidad. Un día sin más, el menos preciso pero el más adecuado. Pasaremos los dos, será tu calle favorita. Invéntate una calle que yo la dibujo. Sueña una que yo la consigo. ¿Podemos tropezarnos? Siempre quise tropezarme contigo. Siempre he querido decir que no eres para mi. Siempre he querido decir que fue un error, que no debería haber pasado. Siempre deseé arrepentirme. ¿Sabes pro qué? Porque para arrepentirme de esas cosas primero tengo que dibujar tu cuerpo en mi retina.
Será maravilloso, esas cosas se saben. Y yo sé que será maravilloso. Totalmente imperfecto, como yo no imaginé. Habrá un silencio incómodo, también lo sé. Los habrá porque los odio, no los soporto. Quiero un silencio incómodo contigo para poder justificar la risa de imbécil (más, quiero decir) que pongo cuando te veo. Justificaré mi sonrisa idiota con el silencio incómodo, ya está decidido. También habrá mucho ruido en la calle, mucho. Habrá mucho ruido, pero sólo un instante,  para que pueda decirte en voz baja que le robaría a un circo toda su magia para regalártela. Para decirte que me retumba mi maltrecho corazón cuando oye tu voz, el muy cabrón. Pero sólo un instante. Así, durante ese tiempo, podré decir que he sido valiente por ti.
La percepción del tiempo es relativa. Hay veces en las que hora y media se me hacen dos minutos, y  veces en las que media hora se me hace eterna. 10 minutos pueden ser equivalentes a tres horas o cinco, todo depende de cómo lo enfoques y cómo lo aproveches. ¿Sabes todo lo que se puede hacer en 10 minutos? 600 segundos mágicos para compartir, toda una calle por recorrer. Sin rumbo, sin destino, sólo la calle, tú y yo. Estoy segura, contigo 10 minutos se hará un día entero, como si hubiéramos estado juntos desde que nos levantamos hasta la hora de dormir, 24 horas. Es mágico ver como puedo minimizar 24 horas en tan sólo 10 minutos. Serán los 10 minutos más eternos y maravillosos de nuestras vidas. Puedo sentirlo.

Dice el viento que puede que sea cerca del parque García Lorca, o incluso puede que sea dentro del mismo parque. Allí todo es de un tono arrosado que embriaga. Cogerte la mano allí debe saber a helado de yogurth con nutella y trocitos de cereales. Sentarnos juntos en el césped debe oler como una noche de verano frente al mar. Simplemente mirarte, mirarte como juegas con el móvil, grabar todos tus lunares en mi memoria, dibujar a fuego en mi mente el contorno de tu cuerpo debe ser como sentir un millón de fuegos artificiales explotando en mi interior, como si mil mariposas revolotearan entre las flores de un jardín en primavera. Colosal.

Tal vez es la llegada de la primavera trompetera que hace que sienta la necesidad de hacerlo. Tal vez so las musas que han venido a visitarme, fugazmente. Tal vez son mis ganas interiores de chillar, de gritar. Tal vez es que no puedo contenerme cuando te veo pasar.

"En tan sólo diez minutos nuestra historia que empieza se acaba."











domingo, 10 de marzo de 2013

Me ahogo.

Un nuevo domingo más, un nuevo día para deprimirse encerrado en casa. Me ahogo.
De nuevo vuelven a mi las dudas, sinceramente creo que nunca se van siempre están dentro de mi, esperando cautelosas para salir en el momento menos preciso los días menos indicados. Me ahogo.
Esas dudas, esas pequeñas dudas infinitas, ellas son las que me ahogan. "¿Estas bien?" ¡NO VES QUE NO! ¿¡No te das cuenta de que todo no puede arreglarse en veinte minutos!? Valla, parece que nadie se da cuenta de nada... Me ahogo. Me matan.
Son esas dudas kilométricas, exactamente infinitas puesto que ni yo misma sé dónde me gustaría estar realmente. Pensé que con poner trescientos kilómetros de distancia de por medio sería suficiente y todo sería diferente. Empiezo a comprender que el lugar no es el problema. Empiezo a cerciorarme de que yo soy el único problema. En realidad esta teoría no es nueva, hace tiempo que comencé a darme cuenta. Tal vez sólo quería engañarme a mi misma con falsas promesas de felicidad. Tal vez sólo querían engañarme con falsas promesas de desayunos en la cama y domingos con sabor a palomitas de maíz.
"La reina de las ralladas" me dicen, pero yo no creo en la monarquía. "Ganadora del trofeo de comerse la cabeza por tonterías" me dicen, pero yo nunca participo en nada. Me ahogo.
Prometo que intento ser positiva y pensar que son rachas, días en los que te levantas peor que otros. Prometo que intento sonreír siempre. Prometo que cuando empiezo a sentirme mal me pongo la Pegatina bien alto y dejo la mente en blanco. Prometo que lo hago, pero no es suficiente. Cuando la canción termina vuelvo a pensar en las dudas kilométricas. Putas dudas...
Siempre hay un gotita que colma el vaso, siempre. Ahora mismo existe esa gotita. Pero es tan sumamente insignificante que yo la agrando hasta límites impredecibles. Cuanto menos pienso que me importa más la pienso, y mientras tanto mi vaso se desborda. Y de ese modo, yo acabo de nuevo en el suelo.
El suelo. Llegué a considerarle mi mejor amigo puesto que era con quién más tiempo pasaba, donde estaba siempre, en el suelo, y creo que ahora debería volver a hacerlo... Igual exagero y tremendizo, y realmente creo que es así, hago una montaña de un granito minúsculo de arena. Pero es mi montaña, mi refugio. Un refugio que me deprime muchísimo pero a la vez me da cobijo. Me siento menos distinta allí...
Hoy sólo quiero un coma etílico. Sólo pido eso, beber hasta perder el conocimiento. Hasta borrar las penas, hasta que no piense en nada que no sea mantenerme en pie o caminar recto. Hoy voy a beber hasta olvidar mi nombre. Hoy voy a beber hasta hacerle trampas al sol y que mañana nunca llegue.


domingo, 20 de enero de 2013

Seiscientos kilómetros.

Y ahí estaba yo, en el pata palo de Granada rodeada de muchísima gente, con un buen rollo impresionante y con ska-p de fondo. "¿Algo mejor?" me repetía, y sinceramente no se me ocurría algo mejor, ni mejor compañía. Ya no pensaba en nada, nada había que mereciera la pena pensar, nada. 
Me acordé al pensarlo. sí. Pero me acordé para recordarme no volver a recordarlo. Para darme cuenta que no lo necesitaba, que realmente nunca me hizo falta, que estas cosas sólo duran un abrir y cerrar de ojos. 
En ese momento lo comprendí. Estaba preparada. Ya no pensaba, ya no lo pensaba. 
Pero también me di cuenta... Al pensar que ya no le necesitaba, que ya no le pensaba, le pensé. Me acordé. Pero mereció la pena, mereció la pena cerciorarme de que ya estaba todo bien.
Fue muy gratificante, ¡estuvo genial! Patapalo ¡TE QUIERO! 

jueves, 10 de enero de 2013

Que como yo sueño, nadie ha soñado contigo.

Estaba pensando una buena forma de expresar lo que siento, sin decirlo frente a frete... Esta vez no fui yo, esta vez no quise huir pero, ¿de qué me ha servido?

Fue el momento, fue el lugar, fue la noche... realmente fui yo. Lo siento, mucho. Muy mucho, muchísimo. No sé qué hacer ni qué decir, simplemente lo siento y me hubiera gustado mucho que todo hubiera sido diferente, distinto comienzo y bonito final, tal vez incluso sin final.

Prometo que intento disimular mis ganas de verle, de oírle  de que estemos juntos, aunque no puedo. Prometo que intento no hablarle para no fastidiar nada, para no ser pesada, aunque por dentro me muero de ganas de que él me hable. Prometo que intento no hablar con mis amigos de esto porque me voy y me encantaría no pensar en todo esto en Granada, no pensar como nada me sale bien, aunque necesito hablar y el sol de invierno ya conoce toda mi vida. Prometo que intento no pensar en socializar con mis sentimientos hacia él esperando impaciente que los lea y piense que se los dedico, pero siempre me pueden las ganas, pero tiende a no darse cuenta o a no querer verlo. Prometo que lo siento mucho, aunque aún no sé bien que es lo que tengo sentir, no sé el por qué de todo esto.

Puede que esta entrada termine de fastidiarlo todo, termine de apretar las riendas y acabe conmigo. Pero visto lo visto, creo que la última alternativa que me quedaba era esta, blog. Triste, para mi, pero cierto.

No sé qué quiere escuchar, qué quiere que le diga. No sé cómo comportarme.

Tal vez cuando vuelva otra persona si supo estar en el sitio adecuado en el momento preciso. Tal vez...


"Descobrírem que estes coses duren una nit. Que només l'atzar o el pas del tems ens tornarà a unir. Però el record ens acompanya on vages i on estiga jo, i potser que l'univers torne a deixar-nos assaborir la perfecció."