Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.

Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.
Oceànica sensació.

jueves, 12 de noviembre de 2020

"¿No me estás aguantando, muerte, de pie, la vida?"

 ¿Y quién lo tiende?

Quien podría entender el último aliento del primer suspiro de la mañana. Quién podría entender el último paso que avanzo para mover las agujas del reloj, 365 días antes para el resto de mi vida. Quién podría entender todas las sombras que habitan en los recovecos profundos de mi inmensidad. Quién podría entenderme cuando regreso y todo huele a botas de agua, a frío, con el pecho ardiendo. Quién podría entender la oscuridad.


¿Y quién me siente?

Traspasar la piel, sentir el vértigo, vestirse de los miedos de los que, tonta, alardeo. Quién puede sentir las heridas en las alas, el grito desgarrador que construye mi sonrisa. Quién puede caber entre mis dedos, quién puede apretar el nudo de mi cinta. Quién puede llevar mis pasos, cargarlos a la espalda de los días. Quién puede entender el café diurno, las tardes donde todos los fantasmas me resguardan bajo el peso de mis hombros.

Quién puede entender el misterioso néctar que impregna mis mejillas, quién puede entender el recorrido de los rumbos tormentosos que vienen a mi encuentro. Quién puede entender las cuchillas rozando mis talones, estas ganas de correr, quién puede entender el impulso al que conducen mis manos al romper los barrotes. Quién puede entender lo invisible de camino, el azul clarito, las sendas por las que no se ha de volver.

Quién puede conocer lo amargo de la sensación, los metros de caída, la incertidumbre. Lo desconocido, todo lo que tiene que venir y no viene. Quién puede comprender divisar el Parnaso, contemplar en la palma de la mano todo el continente hecho de freetours. Quién puede entender lo que se siente al estar completamente rendido a ese puto milagro que supone que exista. Y, al pestañear dos segundos... Tan sólo dos segundos. Todo lo sólido se desvanece en el aire.














jueves, 11 de junio de 2020

Michael tatto (Alcón)

Granada en primavera huele a las primeras veces.
Las calles se llenan del sol de la esperanza, de humo de cerveza, de los sueños de las noches de balcón y flores. De balcón improvisado, y Bristol tan cerca. Tan cerca.
Su cuarto pegado a la cocina seguía viviendo dentro de mi pero las colillas me alejaban y me recordaban el precio de Granada.

Todo surgió de casualidad, como surgen los momentos que se retienen en la memoria. La simple rutina de llevar la tierra en las venas suscitó la primera mirada penetrante. Tu sudabas tinta y derrochabas esa naturalidad que me quemó la cabeza antes que el pecho. Tus ojos desembocaban en la Malvarrosa, podría jurarlo. Vestías un olor cálido, con sabor a casa y agua salada que embriagaba.

Tenía que volver a verte. De repente creaste en mi la necesidad de encontrar una pequeña esquinita de la que tirar y volverte a ver. Creaste en mi el mayor de los deseos por uno de mis grandes miedos, y sin dudarlo un segundo decidí que te quería en mi piel.

Y fue entonces cuando surgió. Cuando nuestras palabras se enredaban en las risas de la tinta, en mi camiseta en la silla. Cuando te miraba a los ojos y me temblaban los brazos, cuando tu voz consiguió penetrar al fondo, a la izquierda.
Y cenamos. Recuerdo lo nerviosa que estaba cuando cogía mi copa de vino, cuando salíamos a fumar. Recuerdo cuando te dije que quería dormir contigo esa noche, que no quería dormir sola.

Y llegaron las noches de "te espero en el Liberia", las risas de "- llego en dos minutos. - ¿Dos minutos en el mundo de Andalucía, no?". Entonces la poesía desplegó su magia frente a nosotros, en todas las aquellas noches en las que recorríamos las trincheras de Miguel Hernández, en las que te enseñaba la herida que Salinas abrió en mi pecho y nunca se cerrará. Hasta C. Efe vino a visitarnos, repleto de sus calles, de Cavallers, de València de madrugada. Y rompías a reír con mis cosquillas, cuando te acariciaba el pecho, cuando te descubrí humano.
Y Granada nos hizo suyos, aunque sólo fuera por una noche, aunque solo fuera mientras visitábamos las postales de otros tiempos en los que una suerte mejor me conoció. Y llegamos a aquella esquina, la que tanto humo albergó en su día.
Y te sentí tan cerca.
Te sentí tan cerca que tus labios ardían, que tus brazos me hicieron olvidar por un segundo el vacío al que se enfrentaba mi ventana, las calles que seguían albergando su presencia en las aceras. Y, de repente, el camino de vuelta se volvió desde Gran Capitán a San Juan de Dios, y los pisos eran sólo para dos. Y las mañanas revolvían tus cajones buscando papel y tinta para dejar constancia que la noche no había sido un sueño. Y, de repente, no sólo soñaba cuando dormía.

Me ha gustado tu nota. Yo tambíen lo pasé muy bien anoche.

Quise susurrarte a los cuatro vientos que el abandono voló conmigo desde Phoenix Park hasta mi adorado Sur, que lo tenía incrustado en la piel que recorriste. Y tu me decías que regalar los besos siempre fue divertido, pero que conmigo no te sentías así, que conmigo tu luz brillaba más fuerte.
Y me dejé llevar.
Y me descubrí contando las horas, contando los poemas que te iba a recitar mientras tu acariciabas mi cara. Volví a desenterrar los libros de mi pasado, la poesía del sentimiento más puro que tuve. Y te leí cada uno de los poemas que me erigió, que me puso de pie y me definió, que alimentó mi alma, que estaba grabado a fuego en mi pecho. Y me fui definiendo en verso y mostrándote como era a través de las palabras de los Grandes. Y tu me mirabas, desde la otra esquina de la cama, absorto, con una sonrisa a medias, y me decías que te encantaba mi voz, que acallaba tus demonios. Y sentí que mis dos pasiones empezaban a unirse y estallaban en noches llenas de esperanza.

Y todo terminó de casualidad, como acaban los grandes deseos que nunca llegan a convertirse en Historias.
Las noches de vino y poesía se evaporaron en el aire que trajo consigo el verano al Sur. Las mismas incógnitas, el mismo futuro incierto de cada año y el deseo desbordado de tu presencia.
Y Granada me dejó ver que mi destino estaría muy lejos de allí, de todas las historias que encierran sus calles, de los risas que resuenan entre las paredes de los Grandes Momentos, de los pisos franco. Que sus esquinas no podrían ofrecerme de nuevo las primeras veces.
Y todo terminó como empezó, sin volver a verte.

Quería decirte que me sigo acordando de ti cuando me acaricio el brazo izquierdo, cuando recorro las líneas de tu tinta en mi piel. Que incluso hoy, un año después y con el corazón en su sitio, te sigo recordando. Que sigo riéndome, con taquicardia adolescente, cuando leo tus mensajes, cuando reproduzco en mi cabeza todo lo bonito que nos vistió aquellos meses. Que ha sido bonito volver a pensarte. Que me gustaría volver a verte, después de todo. Que fuiste un bonito mal final en mi querida Granada.


"Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos." 
El Principito.

viernes, 10 de enero de 2020

Pequeños príncipes con acento francés.

Te recuerdo en las cotidianas escenas de verano.

Te recuerdo en los días del equipo de cocina, entre humo de pimientos y aquellas maravillosas tormentas del Caribe. Te recuerdo en la música que me vistió entonces, en todos los rincones mi Castillo del alma, en aquella cabaña. Te recuerdo las noches de lotería, en cada monumento de la smoking área.
Te recuerdo en los bosques, en las setas venenosas, en los paseos por la tarde. Te recuerdo en las bicicletas por la tarde, en las mañanas de muro. Te recuerdo en todos los acentos del mundo.
Te recuerdo en todos los caminos de piedra que conducías hasta el paraíso de los fines de semana eternos, de los días de carretera y manta, de festivales indescriptibles y nuestras ganas de arder.
Te recuerdo en el verano en que me enamoré de las vacas, los pueblos y sus miradores, cuando moría de ganas por aprender francés y jugarme la vida por pasar cinco segundos más contigo.Cuando el futuro se vestía a cara o cruz.

Te recuerdo en todos los hoteles del país del vino diario.
Te recuerdo en todo el humo que invadió mi cuerpo y todavía siento. Te recuerdo en el aire, en la magia que impregnaba cada uno de nuestros momentos, cada uno de los instantes en los que me regodeé en tu ombligo.
Te recuerdo en las crepés con mucha nutella, en tus crepés con mucha nutella, en lo sencillo que fue enamorarse de tus ganas de hacerme sonreír. Te recuerdo en el olor a ropa limpia, a tu ropa limpia, en nuestras mañanas a la española con café caliente, cuando empezábamos el día por la mitad y nos sobrara para volar sin alas.
Te recuerdo en los desayunos con post-it's como flamantes diamantes, en tus pequeñas sorpresas, en todas las veces que me pregunté cómo podía existir algo tan maravilloso. En todas las veces que te miraba a los ojos notando como algo se tensaba en mi pecho, atónita.

Te recuerdo en todas las primeras veces aquí.
Te recuerdo en todos los rincones de Porte de Bourgogne, esperando ansioso en tu coche verme aparecer con el corazón en la boca. En los restaurantes al fresco, mis ganas de comerte la vida, y todo el humo que albergan nuestros pulmones.
Te recuerdo en todas nuestras conversaciones, en mis ganas de escuchar tu voz, de retransmitirte las aventuras cotidianas, en describirte los atardeceres en el suroeste.

Te recuerdo en las las dulces discusiones de los primeros días, esas que terminaban en tu cama y entre tus brazos. Te recuerdo dentro de tus ojos pardos, cuando podía ver el precipicio de mi alma entre tus cuerdas vocales.



Pero te recuerdo también en los primeros misunderstanging.
Te recuerdo en los abismos que formaste para crear distancia. Te recuerdo en todas las veces que se te quebró la voz pensando seriamente que tal vez yo podría buscar otra cosa, cuando fuiste incapaz de ver que el mundo entero me sobraba si tenía tu sonrisa, cuando no podías ver que mi felicidad estaba rendida a ese puto milagro que supone que tu existas.
Te recuerdo con todos tus fantasmas a caballo bajando por mi mirada, te recuerdo en todas las veces que luché a fuego para combatirlos, para abrirte los ojos, para llenarte la vida de flores. Recuerdo cuando nada fue suficiente.
Te recuerdo en todas las veces que juré que nunca más, en todas las veces que en las que la derrota me pareció el néctar más dulce, en todas las veces en las que empecé a coser mis heridas sin decirte nada. Tan tú. Que ya lo dijo Benedetti, es fácil levantar muros para no ser heridos, pero yo siempre fui más de construir puentes, que por ellos se va a la otra orilla pero también se vuelve. Que volver significa avanzar. Es algo que, tristemente, jamás te hice comprender.
Y me recuerdo a mi, pequeña niña de algodón con sabor a agua salada, desde el suelo, viendo rugir a todos tus fantasmas, viéndote escupir fuego por los ojos, abriendo distancias, incapaz de escucharme, incapaz de entenderme. Sabes, anhelo que me sientas cuando me llores.

Pero también nos recuerdo cuando no podía parar de sonreír, cuando seriamente me preguntaba si podía ser real.
Nos recuerdo en todas las veces que cerré los ojos, en todas las veces que me pellizqué las mejillas para ver si estaba soñando.
Nos recuerdo en todos los besos, en todos los viajes, en todos los asientos de los coches. Nos recuerdo entre las olas, de la mano plantandole cara al futuro incierto. Nos recuerdo con todo el amor del mundo en las calles de Vichy, en las playas artificiales, en los vasos de los festivales de las primeras veces.




Que nos recordaré siempre sonriendo, en tu cama, tocando mi pelo, descubriendo cada centímetro de tu cuerpo. Que nos recordaré siempre desnudos, riendo, amándonos, divagando sobre el porvenir. Que nos recordaré siempre en cada "me too", en todas las veces en las que te apresurabas a decirme que me querías cuando yo te preguntaba algo. Que nos recordaré siempre felices, creando nuestra felicidad y descubriendo nuestros miedos.
Nos recordaré siempre como aquella primera vez en los lagos del centro de Francia, con taquicardia adolescente, sonriendo hasta doler, con ganas de comernos la noche.




Lo siento.