Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.

Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.
Oceànica sensació.

lunes, 11 de noviembre de 2013

A seis días de siete mil trescientos.

Ahora que la adolescencia es un viejo verano inacabado en Playa Lisa, en el parque de detrás de mi casa, sentada junto a Núria en un banco a las dos de la mañana haciendo planes y jugando a hacer realidad nuestros sueños. Ahora que la adolescencia es hacer botellón en las ruinas, humo de cerveza, tinto, y la alegría en las venas. Todos juntos. Subir la cuesta con la vista nublada, jugar al duro en Charly. Atrás quedaron los días de ir en coche a la facultad, papeles escritos, aquellas paellas pasadas por agua, los trenes dormidos en las vías muertas. Ya pesan en la memoria...
Ahora ya quedan lejos esos veranos en Playa Lisa con hora de vuelta, las noches de fiesta en Benidorm de la mano de aquellas personas que día a día consiguen hacerme marquitas en el corazón. Ya quedan muy atrás las noches de fiesta en la estación de autobuses de Alicante esperando a las ocho y cuarto de la mañana para coger el bus de vuelta, ya quedan lejos aquellos viajes inexistentes a Torrellano escondidos en los últimos asientos del autobús con una mezcla de temor y sueño. Ya a penas recuerdo el contorno de tu cuerpo, a penas recuerdo aquellas noches en las que me llevabas a los bares más oscuros prometiéndome que nos fumaríamos la ciudad. Ya es mucha la distancia que nos separa, que emborrona las noches de invierno escondidos en los portales donde nadie podía entrar. Ya ni si quiera recuerdo los cuentos que me cantabas por las calles, sólo recuerdo como intentábamos esquivar la soledad.
Ahora, sí, seguimos apurando el último baño de la luz de las estrellas pero diferente, ahora queremos llegar a casa, ahora queremos perder el tiempo. Nunca quise perder el tiempo. Cada instante era único e increíble, no importaba el sitio ni el tema, todo estaba de más. Ni si quiera cabía pensar la vuelta a casa, la noche era eterna y las madrugadas heroína para nosotros.
Seis mil doscientos cinco días de noches interminables, de nuevas experiencias y sensaciones, sentimientos a flor de piel, hora de volver a casa, y muchas, muchas ganas de desobedecer a mi padre. Tantas noches soñando viajes que trajeran a otros vistiendo mi cuerpo. Setecientos treinta días de sueños pendientes.
Y ahora, ahora cumplo más años que promesas. Ahora regreso a los lugar donde siempre soñé huir, y nadie me espera allí. Ahora que quiero llegar a casa, que ya no tengo ganas de cortar la garganta del gallo que quiso cantar alboradas para celebrar que la noche se estaba muriendo, ahora que ya no es siempre todavía, después de esos años y antes de la historia de mi vida. Duele.
Ahora duelen las resacas, que cortan como una navaja. Ahora que las noches no consisten en exprimir cada segundo, en no tener miedo, ahora en que las noches no consisten en intentar disimular mis ojos cuando llego a casa. Ahora, parece que he olvidado aquellas discusiones, aquellas peleas mortales que me quebraban el alma y me hacían hervir de rabia. Aquellas disputas con mi padre que hoy echo tanto, tanto de menos.
Ahora que fumo flores en los parques y miradores,tras de los barrotes de mi balcón, que busco cualquier excusa absurda para relajarme. Ahora que me preocupo. Ahora que me hacen muchísima falta esos primeros días, esas primeras sensaciones, en los bancos del parque de Congresos viendo pasar la vida y repitiéndonos que nunca cambiaremos, pues no queríamos, realmente, hacerlo. Aquellas noches en las que me juraba que siempre, siempre seré así, que es así como me gusta ser, que me da igual todo lo que la gente pueda decir, que sigo pintándome las uñas de colores y señalando con el dedo a la gente. Que sigo sin poder prestar atención más de cinco segundos seguidos, que no puedo evitar cambiar de tema continuamente ni preguntar por todo lo que me rodea. No puedo ni quiero deshacerme de esta bonita inocencia que alegra mis días y pinta una sonrisa constante en mi boca. Ahora, sigo temblando como un niño.
AHORA es el momento no de volver a empezar, sino de continuar como entonces. Es momento de que empiece el carnaval continuo. No es el momento de cambiar ni reinventarse, es tiempo de volver. Ahora, como siempre, sigo pasando las tardes en los parques. Ahora sigo columpiándome como siempre. Ahora sigo esperando en la estación de autobuses de Alicante. Ahora sigo estando en los bancos con Núria flotando entre nubes de humo. Que sigo perdiéndome por temor a encontrarme.
Cumplir años no resulta agradable y menos a trescientos kilómetros de la gente que quieres. No es agradable amanecer ese diecisiete de noviembre sin que mi padre me despierte con un abrazo tremendo y cantándome cumpleaños feliz. No es agradable pensarles tan lejos. Pero nunca me rendí, jamás. A pesar de todas y cada una de las veces que caí al suelo supe levantarme y seguir, a pesar de que mis alas se cayeran yo no me rendí.
Ahora, queda sentarme a tachar días del calendario brindando, hoy es siempre todavía y toda la vida es ahora.


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