Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.

Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.
Oceànica sensació.

jueves, 11 de junio de 2020

Michael tatto (Alcón)

Granada en primavera huele a las primeras veces.
Las calles se llenan del sol de la esperanza, de humo de cerveza, de los sueños de las noches de balcón y flores. De balcón improvisado, y Bristol tan cerca. Tan cerca.
Su cuarto pegado a la cocina seguía viviendo dentro de mi pero las colillas me alejaban y me recordaban el precio de Granada.

Todo surgió de casualidad, como surgen los momentos que se retienen en la memoria. La simple rutina de llevar la tierra en las venas suscitó la primera mirada penetrante. Tu sudabas tinta y derrochabas esa naturalidad que me quemó la cabeza antes que el pecho. Tus ojos desembocaban en la Malvarrosa, podría jurarlo. Vestías un olor cálido, con sabor a casa y agua salada que embriagaba.

Tenía que volver a verte. De repente creaste en mi la necesidad de encontrar una pequeña esquinita de la que tirar y volverte a ver. Creaste en mi el mayor de los deseos por uno de mis grandes miedos, y sin dudarlo un segundo decidí que te quería en mi piel.

Y fue entonces cuando surgió. Cuando nuestras palabras se enredaban en las risas de la tinta, en mi camiseta en la silla. Cuando te miraba a los ojos y me temblaban los brazos, cuando tu voz consiguió penetrar al fondo, a la izquierda.
Y cenamos. Recuerdo lo nerviosa que estaba cuando cogía mi copa de vino, cuando salíamos a fumar. Recuerdo cuando te dije que quería dormir contigo esa noche, que no quería dormir sola.

Y llegaron las noches de "te espero en el Liberia", las risas de "- llego en dos minutos. - ¿Dos minutos en el mundo de Andalucía, no?". Entonces la poesía desplegó su magia frente a nosotros, en todas las aquellas noches en las que recorríamos las trincheras de Miguel Hernández, en las que te enseñaba la herida que Salinas abrió en mi pecho y nunca se cerrará. Hasta C. Efe vino a visitarnos, repleto de sus calles, de Cavallers, de València de madrugada. Y rompías a reír con mis cosquillas, cuando te acariciaba el pecho, cuando te descubrí humano.
Y Granada nos hizo suyos, aunque sólo fuera por una noche, aunque solo fuera mientras visitábamos las postales de otros tiempos en los que una suerte mejor me conoció. Y llegamos a aquella esquina, la que tanto humo albergó en su día.
Y te sentí tan cerca.
Te sentí tan cerca que tus labios ardían, que tus brazos me hicieron olvidar por un segundo el vacío al que se enfrentaba mi ventana, las calles que seguían albergando su presencia en las aceras. Y, de repente, el camino de vuelta se volvió desde Gran Capitán a San Juan de Dios, y los pisos eran sólo para dos. Y las mañanas revolvían tus cajones buscando papel y tinta para dejar constancia que la noche no había sido un sueño. Y, de repente, no sólo soñaba cuando dormía.

Me ha gustado tu nota. Yo tambíen lo pasé muy bien anoche.

Quise susurrarte a los cuatro vientos que el abandono voló conmigo desde Phoenix Park hasta mi adorado Sur, que lo tenía incrustado en la piel que recorriste. Y tu me decías que regalar los besos siempre fue divertido, pero que conmigo no te sentías así, que conmigo tu luz brillaba más fuerte.
Y me dejé llevar.
Y me descubrí contando las horas, contando los poemas que te iba a recitar mientras tu acariciabas mi cara. Volví a desenterrar los libros de mi pasado, la poesía del sentimiento más puro que tuve. Y te leí cada uno de los poemas que me erigió, que me puso de pie y me definió, que alimentó mi alma, que estaba grabado a fuego en mi pecho. Y me fui definiendo en verso y mostrándote como era a través de las palabras de los Grandes. Y tu me mirabas, desde la otra esquina de la cama, absorto, con una sonrisa a medias, y me decías que te encantaba mi voz, que acallaba tus demonios. Y sentí que mis dos pasiones empezaban a unirse y estallaban en noches llenas de esperanza.

Y todo terminó de casualidad, como acaban los grandes deseos que nunca llegan a convertirse en Historias.
Las noches de vino y poesía se evaporaron en el aire que trajo consigo el verano al Sur. Las mismas incógnitas, el mismo futuro incierto de cada año y el deseo desbordado de tu presencia.
Y Granada me dejó ver que mi destino estaría muy lejos de allí, de todas las historias que encierran sus calles, de los risas que resuenan entre las paredes de los Grandes Momentos, de los pisos franco. Que sus esquinas no podrían ofrecerme de nuevo las primeras veces.
Y todo terminó como empezó, sin volver a verte.

Quería decirte que me sigo acordando de ti cuando me acaricio el brazo izquierdo, cuando recorro las líneas de tu tinta en mi piel. Que incluso hoy, un año después y con el corazón en su sitio, te sigo recordando. Que sigo riéndome, con taquicardia adolescente, cuando leo tus mensajes, cuando reproduzco en mi cabeza todo lo bonito que nos vistió aquellos meses. Que ha sido bonito volver a pensarte. Que me gustaría volver a verte, después de todo. Que fuiste un bonito mal final en mi querida Granada.


"Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos." 
El Principito.