Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.

Sigue dejando que tu sonrisa ilumine el mundo, al menos el mio.
Oceànica sensació.

sábado, 27 de octubre de 2018

Jamás te harás una idea de lo que me dueles el alma, de que te amo, de que me rompo.

No puedo.
Realmente no puedo.

Pienso que todo va a ir bien, que la sonrisa que dibujo en mi cara cubrirá esa media luna. Pienso que con aquél disfraz será más que suficiente. Pienso que puedo sobrellevarlo, que puedo reconducirme y hacerle trampas al sol. Pienso que puedo esconder todo lo que siento y regalarte el positivismo que necesitas.

- Yo sólo quiero que tú estés bien.

Entonces vibra.
Y escucho su voz. Y mi mundo se derrumba, y no valen disfraces ni máscaras, ni aquél guión que escribí en la palma de mi mano. Bien.
Entonces escucho el estruendo y miro hacia abajo, y me veo rompiéndome en quinientos kilómetros de trozos. Y ni siquiera puedo salvarme, y nadie me tiende la mano.
Y veo esa línea curva en tu cara, ese trazo del que intento apropiarme pero no alcanzo. Y mis trozos se ríen de mi susurrando que mis palabras no van a volver convertidas en escalofríos a flor de piel. Que la felicidad que me regala no vale más que sesenta minutos al día, más o menos.
Y me dices que el negativo de mi vida es construido y proyectado por el agua salada. Y te pido perdón por todas mis carencias al tiempo que miro de reojo el recuerdo de lo que fui. Y mis ganas te imploran que no me abandones mientras mis ojos te gritan no haberte encontrado jamás. Mi mente pretende mitigar el dolor con la idea de nunca haber jugado a sentir, mientras que mi corazón desea verte pedirme compartir mis primaveras, mis otoños disfrazados de sonrisas. Y mis sueños te gritan una vida a tu lado, mientras la razón me suplica tregua, tiempo y distancia. Y todo se resume al pánico que me producen las noches sin tu aroma, y mis ansias de escucharte decirme que la única vida que merece la pena es la que puedes vivir a mi lado, que te mueres de ganas por mostrarme tu sonrisa antes de que todo te sucediera. Que el único motivo que te anima por las mañanas es recordar que yo estoy en la tuya.

No valgo nada.

Y no puedo evitar las tormentas. No puedo evitar descubrirme deseando fingir para no trastocar tu armonía. Para que no descubras nunca que ya no me necesitas, que tus vértices volvieron a recomponerse y yo no te hago falta. Que puedes seguir caminando recto hacia tu verdadera ventura.


Destierro, soledad y frío.

Y solo puedo pensar en lo estúpida que soy. En tardes rosadas en las que no fui más que un retal que daba sentido a los días de abandono -pero fueron mías-. Y siento el vacío, me pesa el alma y me duele la conciencia.
Pero sólo puedo pensar en la tortura que sé que supone alejarte, mientras apunto en mi libreta las veces que lo consigo. Y pienso que todo es mi culpa, que siempre fue mi culpa. Que nunca tendré lo que hay que tener para compartir días y no almohadas. Que no soy más que un plataforma que acerca a las personas a su verdadero destino. Que mis lágrimas transportan ojos con la suerte de otras vidas. Que mis palabras solo sirven para curar heridas no para vincular mis lunares a sus labios. Que soy un puente, un camino agradable, perfecto para recomponer el alma y rehacerse.

Que jamás tendré la fuerza para devolverme mis palabras. Que merezco lo mal que me sale todo. Que no hay nadie, que hace tiempo que no hay nadie.

Que miro mi reflejo y lo detesto. Que hace algún tiempo que no me provoco más que aversión a mi misma, que detesto mis manos, mis uñas y mis ojos. Que ya no puedo quererme. Que ya no quiero levantar la cabeza y sonreír. Que ya no me quedan motivos. Que odio todo lo que me envuelve.
















Y sólo puedo pensar que nunca merecí la pena